jueves, 3 de mayo de 2007

De oídas


PUCCINI: La Bohème. Inva Mula, Aquiles Machado, Fabio Maria Capitanucci. Coro y Orquesta del Teatro Real. Dir.: Jesús López Cobos
Opus Arte OA0961 D
2 DVDs
149’
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Aparece en DVD el registro videográfico de la magnifica producción de La Bohème que Giancarlo del Monaco realizó para el Teatro Real y que el coliseo madrileño repuso el pasado año. El lanzamiento es especialmente bienvenido por cuanto recupera uno de los montajes más hermosos que se han visto en la historia del capolavoro pucciniano y proyecta una imagen muy positiva del que se supone que es el primer teatro de ópera de nuestro país. No es que la orquesta, dirigida por Jesús López Cobos, suene especialmente bien; al menos, la toma sonora no permite apreciarlo; pero el cuidado puesto en cada uno de los detalles resultó en un espectáculo que, visto en la calma doméstica, se aproxima a la perfección y que, en todo caso, es superior a la suma de todos sus elementos, mérito que me atrevo a atribuir al citado del Monaco. El sello, al menos, es el mismo que pude apreciar en su producción de Eugenio Oneguin que hace poco se representó en Santander y Pamplona y que este medio reseñó sin mayor entusiasmo: absoluto conocimiento del lenguaje teatral, respeto al libreto original y máximo aprovechamiento de los medios técnicos y humanos disponibles, incluyendo entre ellos el variable talento dramático de los cantantes. Éstos parecen dar aquí lo mejor de si mismos y de hecho alcanzan una comunión que queda de manifiesto en cada escena, pero vayamos por partes.

Aquiles Machado posee la voz idónea para el papel de Rodolfo por flexibilidad, brillo y densidad; otra cosa muy distinta es su presencia escénica o algunos defectos de dicción que en cualquier caso no empañan una interpretación muy estimable. A Inva Mula le ocurre lo contrario: posee el físico ideal para encarnar a Mimì, aunque a la voz le falte algo de cuerpo en el agudo; frasea con un gusto exquisito y la hondura de su canto confiere a su retrato de la humilde modistilla la autenticidad que vemos en las interpretaciones de sus grandes colegas. Fabio Maria Capitanucci, que encarna a Marcello, no cuenta con un timbre de voz especialmente atractivo o personal, pero sí con una sólida técnica, carisma y una desenvoltura escénica que conviene mucho a su personaje: muy bien. De Laura Giordano, Musetta, puede decirse exactamente lo mismo, mientras que del resto del reparto, compuesto por jóvenes cantantes como David Menéndez, Juan Tomás Martinez o Felipe Bou, hay que insistir en su absoluta implicación en el conjunto por más que sus papeles sean secundarios.

La realización televisiva de Robin Lough es ejemplar, como lo son la iluminación de Wolfgang von Zoubek y el vestuario y decorados de Michael Scott. Giancarlo del Monaco escribe un breve artículo donde justifica su enfoque con argumentos sólidos y aparece junto a Jesús López Cobos, Inva Mula y Aquiles Machado en las entrevistas que completan una grabación absolutamente recomendable.

VERDI: Aida. Maria Chiara, Luciano Pavarotti, Ghena Dimitrova. Orquesta y Coro del Teatro alla Scala. Dir.: Lorin Maazel.
238’’
Arthaus 100 059
2DVDs
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Arthaus reedita una vez más el conocido registro videográfico de la producción de Aida que, bajo la dirección musical de Lorin Maazel y escénica de Luca Ronconi, pudo verse en la Scala de Milán en 1986. Sobre el papel, los nombres de Luciano Pavarotti, Maria Chiara, Ghena Dimitrova, Juan Pons y Nicolai Ghiaurov garantizaban una velada para el recuerdo, algo que finalmente ocurrió y que hoy podemos revivir gracias a la presente grabación, ahora completada con un cuidado, interesante y extenso reportaje sobre la ópera realizado de London Weekend Television que la hace aún más recomendable.
Vaya por delante algo que, por sabido, no deja de ser un inconveniente cuando uno se enfrenta a una Aida en imágenes: Luciano Pavarotti es tan grandísimo cantante como mediocre actor; su único recurso consiste en levantar los brazos, que normalmente cuelgan de los hombros y permanecen adosados a su oronda figura la mayor parte del tiempo. Dicho esto, podemos referir algunas de las múltiples bondades de una versión que debería conocer todo aficionado: por ejemplo, la privilegiada voz del mismo Pavarotti, que cuatro años después se convertiría en un icono mundial por obra y gracia del balompié. Denostado tantas veces por su fraseo escaso de matices, su encarnación como Radamés le reivindica como intérprete; además, la belleza tímbrica y emisión natural, que no tienen parangón en la actualidad y apenas lo tuvieron anteriormente, son fascinantes. Quizás este término resulte excesivo para referirse a la Aida de Maria Chiara, pero es evidente que se entrega hasta el límite de sus muy considerables capacidades y que el dúo de tenor y soprano del tercer acto es un magnífico compendio de lo que debe entenderse por canto italiano. Por su parte, Ghena Dimitrova (Amneris) y Nicolai Ghiaurov (Ramfis) son dos fenómenos de la naturaleza; ambos están aquí como cabía esperar y sus voces, de cuyas proporciones bien podríamos afirmar que eran faraónicas, brillan especialmente en sus dispares cometidos. Junto a ellos, Juan Pons no desmerece en absoluto, aunque el barítono menorquín luzca un instrumento de menor rotundidad y atractivo.

Como no podía ser de otra manera, la orquesta y el coro del teatro milanés suenan a las mil maravillas a las órdenes del maestro Lorin Maazel y la producción de Luca Ronconi no huye del tópico, pero tampoco se regodea en él; hay cartón piedra, es cierto, pero sólo en las mínimas dosis necesarias para satisfacer el gusto de los espectadores estéticamente más conservadores y a cambio hay un movimiento escénico y un cuidado en la iluminación que muestran a las claras su inmenso talento.

Se hace muy difícil escoger una única Aida en DVD, pues desde la de Toscanini en versión concierto hasta la del Liceu con los maravillosos decorados de Mestres Cabanes, hay varias muy interesantes, pero también es verdad que ésta es una de ellas.


MOZART: Las bodas de Fígaro. Ildebrando D’Arcangelo, Anna Netrebko, Dorothea Röschmann. Filarmónica de Viena. Dir.: Nikolaus Harnoncourt.
Deutsche Grammophon 0734245
202’’
2 DVDs
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Parece increíble y sin embargo es verdad: a estas alturas de la liga, cuando han pasado más de 200 años desde el día de su estreno y se han dado miles de representaciones y versiones discográficas sin cuento, aún se pueden hallar cosas nuevas en Las bodas de Fígaro. Al menos, así lo viene a demostrar la presente grabación videográfica, obtenida el pasado verano en Salzburgo e inscrita a la integral operística mozartiana con que el festival austriaco y el sello Deutsche Grammophon han querido celebrar el 250 aniversario del nacimiento de Mozart.
Para tal fin, se dispusieron los mejores medios técnicos y así, la grabación es un prodigio de alta definición visual y sonora (DTS 5.1) que, en su realización para la pantalla, ha corrido a cargo del experimentado Brian Large, de manera que, como bien puede imaginar el lector, estas Bodas constituyen una absoluta gozada para la vista y el oído del aficionado más exigente, pero ¿y en lo artístico, que es lo que verdaderamente importa? Pues también, aunque aquí es necesario realizar algunas precisiones, empezando por el desempeño de su director musical, Nikolaus Harnoncourt. A nadie se le ocurriría calificar éste ni cualquier otro de sus trabajos como vulgar: de hecho, por personal e intransferible, su arte es todo lo contrario; sin embargo, su minuciosa labor con una espléndida Filarmónica de Viena, su idiosincrásica elección de tempi, sus marcadas inflexiones rítmicas, la novedosa acentuación en los recitativos no serán del gusto de todos y a la larga pueden restar frescura, parecer arbitrarias e incluso llegar a cansar o convertir la obra original en otra cosa. Esto, que no deja de ser una ilusión, ocurre porque Las bodas de Fígaro son un poco como la selección nacional de fútbol: que todo el mundo tiene una idea clara de cómo debería ser y a veces un exceso de personalidad resulta contraproducente.

En cualquier caso, nadie que aprecie el buen cantar debería perderse la sobresaliente Condesa de Dorothea Röschmann o el insuperable Cherubino de Christine Schäfer. Entre los hombres, la cosa no da para tanto entusiasmo: Ildebrando d’Arcangelo sigue luciendo como Figaro una voz pastosa y timbrada, pero escasa imaginación y variedad en el decir, mientras que Bo Skovhus muestra como el Conde sus excelentes dotes actorales y una dicción poco ortodoxa. Del resto de un reparto capaz, deben destacarse las tablas de Marie McLaughlin, magnífica Marcellina, y la estampa de Anna Netrebko, carente de picardía y relieve vocal como Susanna.

Dejo para el final lo más discutible: el montaje de Claus Guth, que traslada el libreto a la Europa de fines del s. XIX y de paso le da a la puesta en escena unos toques de Ibsen, Strindberg y Bergman que quizás atraigan al público alemán/intelectual deseoso de hallar un sentido oculto en todo, pero que, personalmente considero que le sientan a Las bodas de Fígaro como a un santo dos pistolas. Con todo, yo no lo dudaría y me haría con esta grabación de inmediato.

ALAGNA, ROBERTO: TENOR! Arias, dúos y escenas de La bohème, Tosca, La rondine y otras. Angela Gheorghiu, Inva Mula, Thomas Hampson y otros. Varias orquestas y directores.
EMI 3 807932
2 CDs
151’01’’
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Roberto Alagna es una figura de permanente actualidad, ya sea por alguna de sus espantadas en los teatros más importantes del mundo mundial o por la continua (re)edición de sus registros, entre los que habitualmente encontramos un poco de todo. En éste que se comenta, esta expresión hay que tomarla en términos más cuantitativos que cualitativos, pues la antología recupera fragmentos de sus grabaciones completas para Emi, la mayoría de las cuales rayan a un nivel muy alto. Así, en el primer disco, encontramos su reconocida Bohème (aria y dúo con la Mimì de Leontina Vaduva), la curiosa Lucie de Lammermoor (escena del primer acto con la Lucie de Natalie Dessay), el interesante Don Carlos (aria de entrada y dúos con el Rodrigo de Thomas Hampson y el Philippe II de José van Dam), su irregular Tosca (arias y dúo del tercer acto con la Tosca de Angela Gheorghiu), un Trovatore sorprendente (dúo con su señora esposa y la celebérrima ‘Pira’) y las correspondientes arias de La rondine, Gianni Schicchi y Le villi; en el segundo, la ópera francesa se lleva la parte del león con arias y dúos de Roméo et Juliette, Manon, Werther y Carmen, todas ellas muy bien recibidas en su día por la crítica, a lo que se suman páginas solistas del Te Deum de Berlioz, el Requiem de Verdi, la Messa di gloria de Puccini y La belle Hélène de Offenbach.

En tan extensa selección, como decía, hay momentos muy buenos y otros que no lo son tanto, pero por lo general y hablando ya de las óperas del repertorio italiano que grabó con su señora esposa, Alagna muestra el canto extravertido, la colocación aleatoria de la voz y el fraseo un punto desaforado y canalla que le caracterizan y alterna detalles de gusto e imaginación con otros burdos e insufribles, lo que da el retrato acaso más fiel del cantante. En cualquier caso, en estas obras, Alagna tiene sus seguidores que sabrán apreciar el arrobo con que canta ‘Che gelida manina’ o el desenfado y la alegría exultante de ‘Firenze è come un albero fiorito’ y al tiempo sabrán disculpar los excesos de ‘Di quella pira’.

Personalmente, prefiero con mucho sus grabaciones de ópera francesa, en las que se muestra mucho más contenido y deslumbra con una dicción de una claridad y belleza insuperables; parece otro intérprete que al fin sabe situarse en el punto justo equidistante de la blandenguería y del énfasis excesivo de tantos colegas, de manera que los fragmentos de Roméo et Juliette, Werther, Manon y en menor medida Carmen (muy bien Inva Mula como Micaela) nos devuelven el mejor Alagna, el que uno no se cansa de escuchar y del que se esperan ansiosos nuevos registros. El tiempo dirá qué Alagna acabará imponiéndose.

1 comentario:

Karla dijo...

Hola, no sé si verdaderamente tú ideaste el MEME que me hizo llegar Javier, un buen amigo blogger, de ser así te quiero comentar que ya lo respondí por si quieres echar una vuelta a verlo.

Saludos cordiales,
Mia